Argentina, el país más occidental de Occidente

La política exterior de un país obedece a un conjunto de intereses que se sitúan en el largo plazo y en la continuidad/cambio del entorno internacional.  Ningún Estado moderno cambia su política exterior por el capricho de un gobernante o por los cambios en el estado de ánimo de la Cancillería, porque genera preocupación o inquietud en el entorno de países vecinos.

La política exterior del actual gobierno argentino de Javier Milei, bien podrá servir para completar las páginas de un futuro manual de psicología diplomática o de diplomacia psicológica, donde la improvisación y la retórica simplista de la ideología anarco-capitalista, combinada con ansias mesiánicas de gran potencia, encierra peligros no solo para Argentina sino también para el Cono Sur de América Latina y para toda la región latinoamericana.

La vulnerabilidad teórica de la postura internacional del gobierno Milei, radica en la doble creencia que los valores de la libertad actúan como máquinas de expendio de agua fría o agua caliente, dependiendo solamente de la buena voluntad del cliente, y que dichos valores son universalmente compartidos por todos los actores internacionales.  Es el mismo idealismo de Woodrow Wilson que condujo a la I Guerra Mundial de 1914, que a su vez condujo a la crisis del Estado exportador argentino en los primeros decenios del siglo XX.

Es de un realismo esencial decir que Argentina es un país subdesarrollado, que forma parte de un continente sudamericano subdesarrollado y dependiente, y que experimenta al igual que todo el sistema internacional una transición desde la hegemonía occidental y estadounidense -que marcó todo el siglo XX- hacia una hegemonía emergente de las potencias asiáticas y de Oriente, China e India en particular, que se está comenzando a manifestar en este siglo XXI.

Si no sabemos el lugar en que estamos situados y el momento histórico en que vivimos, carecemos de la brújula realista y prospectiva para comprender cómo vamos a manejarnos en la esfera internacional. 

El mundo se encuentra en medio de dos grandes cambios estructurales: la transición desde un orden global unipolar hacia un orden multipolar, y la transición originada por el cambio climático. La sucesión de crisis ambientales, migratorias, alimenticias, financieras, económicas y energéticas, producen como efecto un escenario global de incertidumbre geopolítica y estratégica.  Hemos entrado en la era del cambio y la incertidumbre.

Si existe una línea estratégica de continuidad de las políticas exteriores de Argentina, por ejemplo, a lo largo del siglo XX, fuerza es de constatar que ha sido un país del campo occidental y coherente con su condición hemisférica de formar parte de la zona de influencia de los Estados Unidos en el continente sudamericano.  Incluso la orientación doctrinal de la denominada “tercera vía” de los gobiernos peronistas, nunca dejó de entender a América Latina como el espacio natural de inserción de Argentina en el orden internacional.   La guerra de las Falklands/Malvinas puso en evidencia los límites del latinoamericanismo de los gobiernos argentinos, cuando la potencia dominante, Estados Unidos, recordaron a este país latinoamericano que su aliado principal, histórico y estratégico no está en América del Sur, sino que es Gran Bretaña.

A contrapelo de esta tendencia mundial, Argentina parece querer retroceder a comienzos del siglo XX, cuando se instalaba en el mundo la dominación de Estados Unidos mientras declinaba gradualmente la dominación mundial de Gran Bretaña.

Desde un punto de vista geopolítico, la política exterior de Milei pone de relieve que sus autores al parecer no se han informado que la guerra fría entre la URSS y EEUU terminó en 1989-1990. 

El retroceso de la política exterior argentina a las lógicas anticuadas del siglo XX y de la guerra fría, se denota cuando en su plataforma de gobierno fija como objetivo de la Defensa Nacional “promover una doctrina de Seguridad Nacional y sus estrategias”, un concepto de los años sesenta, creado en Estados Unidos durante la administración Eisenhower y que sirvió de soporte ideológico para los golpes de Estado e intervenciones de los militares en política en todo el continente latinoamericano. 

El programa de gobierno de Milei postula “Promover la reafirmación soberana nacional en todas las áreas geográficas donde se viera amenazada o peligre la supervivencia del Estado garantizando y manteniendo la seguridad territorial y estilos tradicionales de vida, las instituciones del sistema representativo, republicano y federal que establece la Constitución Nacional.”

¿Está amenazada la soberanía nacional de Argentina o la supervivencia del Estado argentino?

Una señal significativa da cuenta de este viraje en la política exterior argentina, bajo el gobierno de Milei: la búsqueda de una alianza estratégica con EEUU y la OTAN.

La decisión de instalar una base militar conjunta entre Argentina y EEUU en el canal Beagle, anunciada recientemente por el gobierno Milei y la Jefa del Comando Sur de los EEUU, pone de relieve la voluntad de este gobierno, de trasladar los conflictos geopolíticos que enfrenta la OTAN al Atlántico Sur y afirmar la presencia militar y estratégica de EEUU en el extremo austral del continente americano. 

El “patio trasero” recibirá más armas para defender su condición de patio trasero.

En cierto modo, la instalación de una base militar de la US Navy en el canal Beagle, aunque parezca contradictorio, es un inesperado y gratuito regalo geopolítico para Gran Bretaña y su posición en el archipiélago de las Falklands/Malvinas, porque con una tal posición geoestratégica, EEUU fortalece y respalda indirectamente la presencia británica en el Atlántico sur.  ¿Cómo podría reaccionar el gobierno argentino, cuando las naves de guerra de EEUU hagan escala en Port Stanley antes de llegar a su base naval en el canal Beagle?

La reivindicación argentina por las Malvinas ha recibido un serio golpe bajo la línea de flotación de su propia política exterior.

La incorporación de Argentina como “aliado global” en la Alianza Atlántica, es decir, en la OTAN, genera un efecto de distorsión del esquema geopolítico latinoamericano, no solo porque traslada al cono sur de América Latina las tensiones y conflictos globales en los que interviene actualmente dicha alianza militar, sino que constituye un soporte adicional a la instalación de una base naval en el Canal Beagle, permitiendo norteamericanizar ese espacio geoestratégico.

En el contexto de esta deriva ultraoccidental del gobierno Milei, aparece el anuncio de la compra de aviones F-14 para la Fuerza Aérea argentina. Se trata de tecnología occidental avanzada y adaptada para escenarios de guerra aero-naval y aero-terrestre.

Desde esta perspectiva, cabe preguntarse: ¿cuáles son las hipótesis de conflicto de la Fuerza Aérea Argentina y de las Fuerzas Armadas argentinas? ¿Una guerra en el Atlántico Sur?  ¿Contra Gran Bretaña para recuperar las Malvinas? ¿Cuáles son los Estados latinoamericanos designados por la hipótesis de conflicto como los enemigos de Argentina? ¿Contra qué enemigos se está armando la Fuerza Aérea argentina?

Argentina nunca ha dejado de ser una nación situada en el campo de Occidente, sino que ahora va a ser mucho más occidental que Occidente, una redundancia que no auspicia buenas relaciones con sus vecinos, sino un alineamiento que chocará globalmente con la tendencia emergente de las potencias asiáticas, India y sobre todo China.

¿Argentina será un peón de la OTAN en América y en el Atlántico sur?

En política exterior, nunca hay que confundir los deseos con la realidad, porque podría ocurrir que los deseos no se cumplan nunca y la realidad siga presente.

China es el primer socio comercial de Argentina y los negocios e inversiones chinas crecen en lo que va corrido los primeros decenios de este siglo y el nuevo alineamiento que propicia el gobierno de Milei con EEUU, puede entrar en colisión con los intereses nacionales de Argentina y de EEUU y China en la región latinoamericana. Los negocios, en el juego complejo de las naciones latinoamericanas y las potencias globales, siempre implican cierto grado de dependencia y subordinación. Argentina depende de los recursos de salvataje del Fondo Monetario Internacional, pero también depende del comercio con China.  ¿Nadie ha reparado en el hecho que precisamente la inversión y las exportaciones chinas a Argentina están contribuyendo adicionalmente a la crisis de las industrias argentinas?

China no va a instalar bases militares en el Atlántico Sur, pero su comercio se extenderá hasta el momento en que la diplomacia económica se encuentre con la diplomacia geopolítica.

Los intereses de Estados Unidos en Argentina apuntan a incrementar, fortalecer y consolidar la dependencia y la vinculación estratégica con la potencia del Norte, lo que desdibuja la aspiración a la defensa de la soberanía nacional que prescribe el programa del gobierno Milei.

Manuel Luis Rodríguez U.

Fundación Latinoamericana de Política y Prospectiva | FLAPP Chile.

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