Los setenteros frente a los millenials: una lucha generacional de la que no se habla

La pandemia de covide19 golpeó mayoritariamente a los viejos, poniendo de relieve algunas de las desigualdades más violentas de la sociedad neoliberal: la de los «tercera edad» que deben sobrevivir a la pobreza, al abandono y a la falta de cuidados. La pandemia de covid19 agravó las desigualdades sociales y también las desigualdades generacionales.

Los adultos mayores están más expuestos a morir por el covid19, por enfermedades prevalecientes que no han sido tratadas ni atendidas oportunamente, por las insuficiencias de los sistemas de salud pública y la carestía de los sistemas privados de atención médica, y porque, habiendo abandonado el mundo del trabajo, siguen siendo electores -los más fieles electores de los sistemas democráticos…!!!- pero carecen de las redes de apoyo necesarias para sobrevivir las últimas etapas de sus vidas.

En los hechos, durante la pandemia de covid19, los viejos murieron por millones en todo el mundo, dejando el lugar y el espacio a los jóvenes, muchos de ellos poco preparados para asumir las responsabilidades domésticas, sociales y políticas.

Las redes sociales y los medios de prensa dieron cuenta del desalojo: los viejos sacrificaron sus vidas y dieron paso a las nuevas generaciones, los noventeros y los millenials que estaban «atascados» en las escalinatas del ascenso social, mientras los setenteros y ochenteros se amontonaban en los cargos públicos y de los directorios de las empresas.

Se va la generación del computador y llega la generación del Iphone. Se van las multitudes de masas y llegan las multitudes inteligentes. Adios a los seniors y bienvenidos los millenials.

Los viejos se van «para abajo» con sus vidas precarias, propias de país subdesarrollado y mal acostumbrado a la «máquina de moler carne» del neoliberalismo financiero y depredador, y acceden «para arriba» los hijos y los nietos de los ya fallecidos, adornados con sus exitosos títulos universitarios y post grados, sus individualismos revolucionarios, sus utopías de principios de siglo y su palabrería soñadora e inquietante, que se desliza abrumadora por redes sociales.

En el debate sobre la nueva seguridad social y un sistema previsional público, subyace un dilema generacional y ético no resuelto: ¿están dispuestas las nuevas generaciones de trabajadores a solidarizar con sus mayores contribuyendo todos a un sistema común público e inclusivo de seguridad social, o prefieren seguir solos con sus cuentas individuales de ahorro, para servir al negocio financiero de las Administradoras de Fondos de Pensiones?

En este proceso acelerado de transición demográfica, el envejecimiento se acelera, a lo menos en las nóminas de defunción, y las generaciones de reemplazo, tienen que sustituir rápidamente la experiencia faltante, con el ingreso de mano de obra barata, extranjera o migrante, que trabaja mejor a boca cerrada y sin cuestionar las reglas del juego capitalista. Debajo de las grises cifras de víctimas del covid19, se entrecruzan las generaciones de los ochenta y noventa del siglo XX con la generación emergente de comienzos del siglo XXI.

Cada juventud llega a la escena con un cargamento de utopías y la voluntad del desalojo, cuestionando el presente para derribar estatuas, mitos, paradigmas, reglas e instituciones. Pero, mientras los viejos bajan al infierno, los jóvenes ya perdieron el paraíso… porque las entradas están muy caras…

En Chile, por ejemplo, la ruidosa generación de la «revolución pinguina» del 2006, llegó en silencio a los cargos de poder diez años más tarde y no alcanzó a desalojar a los viejos de los setenta y los ochenta que aún sobrevivían en los escaños de la burocracia, el parlamento y el Estado.

En 2019, las multitudes de estudiantes saltaron los torniquetes iniciando una revolución política que hemos denominado apenas como «estallido social». En 20 años más o quizás antes, en 2030, veremos los resultados de este terremoto social.

Pero, entonces será otra generación de jóvenes los que les saldrán al paso: los que hoy tienen 5 años de edad.

Manuel Luis Rodríguez U.

Centro de Análisis de Política y Prospectiva, CPyP.

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